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CARACTERISTICAS DE LA GLOBALIZACION : EL COMERCIO INTERNACIONAL. Por Arcadi Oliveras

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Arcadi Oliveras
Doctor en Ciencias Económicas, experto en economía mundial. Presidente de “Justícia i Pau”.

¿Cuáles son las características de esta globalización? A mi modo de ver son siete, que iremos desgranando.

1.   El comercio internacional

Primera de las características de la globalización: el comercio internacional. Para nosotros, el comercio internacional es una ventaja; tenemos acceso a productos que provienen de tantos países distintos del mundo, que el comercio internacional se halla presente en nuestra vida. Y no sólo así, sino que cada vez hay más globalización, porque cada vez hay más comercio internacional.

1.1. Aduanas

En los últimos años el comercio internacional ha crecido extraordinariamente,  y ha crecido porque en el mundo cada vez hay menos aduanas. Antes, para traspasar un producto de un país a otro hacía falta pagar unos derechos de aduana. Hoy también, pero mucho menos.

Les diré que cuando terminó la Segunda Guerra Mundial pasar un producto de un país a otro significaba pagar una aduana del orden del cuarenta por ciento; es decir, que si nosotros comprábamos un producto que valía cien, teníamos que pagar cuarenta más en derechos de aduana. Hoy el promedio mundial de las aduanas ya no es del cuarenta, es del 3,9 lo cual significa que en los últimos cincuenta años se han rebajado en un noventa por ciento. El hecho de que se hayan rebajado tanto, hace que existan menos impedimentos al tráfico de mercancías y, por tanto, que exista mayor comercio internacional.

1.2.   Compañías transnacionales y multinacionales

Hay mucho comercio internacional, porque en el mundo existen estas compañías que llamamos transnacionales. Antiguamente hablábamos de compañías multinacionales, pero no es exactamente lo mismo una compañía multinacional que una compañía transnacional, aunque con frecuencia lo confundamos. Una compañía multinacional sería, por ejemplo, la Coca Cola. La Coca Cola tiene una sede central en Atlanta, en los Estados Unidos, y plantas embotelladoras en casi todas las ciudades medianas y grandes del mundo. Sin embargo, una transnacional no es que no pueda tener sucursales, que las tiene: lo que pasa es que una transnacional es una compañía que hace del mundo su campo de operaciones: en un país busca materia prima, porque hay unos minerales. Estos minerales los saca y los traslada a un segundo país en el que encuentra mano de obra barata y allí transforma estos productos. Pero, al mismo tiempo, ha de depositar los residuos de esta fabricación: coge los residuos y va a un tercer país, donde hay una legislación medioambiental muy débil y allí los deposita. Después va a un cuarto país, donde el crédito, el tipo de interés, es muy barato y allí pide los créditos. Después va a otro país en el que ayudan a la investigación científica y allí coloca su laboratorio. Después va a otro país en el que casi no hay impuestos, y que se llama paraíso fiscal, y allí coloca su domicilio. Después va a otro país en el que hay buenas comunicaciones y allí coloca su almacén de distribución. Finalmente, va a otro país en el que hay capacidad de compra y allí coloca su tienda para vender. Es decir, que una misma empresa ha sido capaz de transitar, por eso es transnacional, por muchas naciones hasta que llega a vender su producto, y evidentemente, si transita, lo que está haciendo es comercio internacional, porque saca la materia prima de un país, la lleva a otro país para transformarla, lleva los residuos a otro país, lleva las mercancías para vender a otro país, etcétera, etcétera.

En Estados Unidos son muy aficionados a las estadísticas, aunque de las estadísticas no hay que fiarse mucho, porque según un dicho, en el mundo hay pequeñas mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Sin embargo, algunas debemos utilizarlas de vez en cuando. Y en Estados Unidos han calculado que de su comercio exterior, del comercio que va de un país a otro, el treinta por ciento sale de Estados Unidos, pero dirigido a empresas americanas situadas en otros países. De manera que es un comercio exterior a los Estados Unidos pero interior a las empresas norteamericanas. Se genera, por tanto, un gran volumen de comercio internacional por las compañías transnacionales.

1.3.      Consumidores sofisticados

La globalización crece debido al comercio internacional, porque nosotros como consumidores somos cada vez una gente más sofisticada. ¿Qué significa ser sofisticado? A nosotros nos gustan los productos específicos y no los productos genéricos, justo lo contrario de lo que nos recomiendan en la farmacia, que deberíamos comprar genéricos y no específicos. ¿Qué significa que nos gustan los específicos y no los genéricos?  Pues lo siguiente: si ustedes analizan las estadísticas del comercio exterior español, verán que el primer producto de exportación española son los coches. Antes eran las naranjas, pero los tiempos cambian y ahora son los coches. Bien, primer producto de exportación: los coches. Pero si en lugar de mirar los productos de exportación miramos los productos de importación, que es aquello que España más importa, tenemos en primer lugar el petróleo, en segundo lugar el gas natural y en tercer lugar los coches. Y entonces podemos preguntarnos: Si lo primero que España exporta son los coches ¿por qué ha de importar también tantos coches? Parece que no tiene sentido vender y comprar al mismo tiempo coches. Sí que tiene sentido por lo que les decía de productos específicos o genéricos. A España, cuando exporta e importa no le interesa el producto genérico coche, sino el producto específico coche utilitario que exporta y el producto específico coche de lujo que importa. Es decir, le interesa en cierta manera la marca, saber que ellos venden Seat y que compran Mercedes Benz, por decirlo de alguna manera. Nos interesa la especificidad del producto. En el caso de los coches esto se entiende, porque no es lo mismo circular en un pequeño coche utilitario que en un gran coche de lujo. Pero lo que les estoy diciendo hay ocasiones en que ya no se comprende.

Y les explicaré una pequeña historia que le sucedió a un amigo mío y que es bien significativa. Este amigo tiene a su vez  un amigo que es propietario de un camión. El hombre se gana muy bien la vida porque es su propio patrono, hace los viajes, se establece sus horarios y gana bastante dinero. Pero le explica a mi amigo: “Yo me gano muy bien la vida, pero considero que mi vida es un absurdo”. Y mi compañero le pregunta: “¿Por qué dices que tu vida es un absurdo?” Y él le contesta”Yo con mi camión realizo un viaje cada semana de Barcelona a Ámsterdam y de regreso de Ámsterdam a Barcelona, cada semana hago lo mismo. En el viaje de ida mi camión desde Barcelona va lleno de lechugas de Prat del Llobregat”. Al lado del aeropuerto de Barcelona, aunque parezca mentira, el Prat todavía  produce lechugas y bastantes. Entonces él carga su camión de lechugas del Prat del Llobregat y las lleva a Ámsterdam. Cuando llega a Ámsterdam, vacía el camión y cuando lo tiene vacío, explica que se va a unos invernaderos, a treinta kilómetros de Ámsterdam, en los que carga unos pequeños lechuguines que trae hacia Barcelona, porque se venden muy bien en el Corte Inglés. Con lo cual su vida no consiste en otra cosa que en el transporte permanente de lechugas  de una punta a otra de Europa, y así él considera y con razón que su vida es un absurdo. ¿Por qué? Porque nosotros nos hemos acostumbrado a los productos específicos y no a los productos genéricos; y ahora ya no nos interesa hacer una ensalada con lechuga, nos interesa hacer una  ensalada con lechuguín holandés, con endibias belgas, con tomatitos de la China y con no sé qué cosas más para poder tener nuestra ensalada. Como somos unos consumidores sofisticados, generamos mucho comercio internacional; en este caso de lechugas de Holanda hacia aquí y de aquí hacia Holanda.

Por tanto, y en resumen, cada vez hay más comercio internacional primero porque cada vez hay menos aduanas: segundo, porque las empresas transnacionales transitan de un sitio hacia otro; y tercero,  porque somos consumidores sofisticados a los que nos gustan los productos específicos y no los productos genéricos. Estas tres cosas son un primer signo de globalización, el gran crecimiento del comercio internacional. Entonces tenemos que hacer una valoración: ¿Es bueno o es malo que haya tanto comercio internacional? Según los libros de economía, esto es muy bueno, porque opinan que  para que exista comercio internacional las empresas deberán ser muy competitivas para poder entrar en mercados extranjeros, que para ser competitivas deberán tener buena productividad y para tener buena productividad deberán tener buena investigación científica. Por tanto, los libros de economía dicen que tener comercio internacional significa amplios mercados, buena productividad, buena investigación científica; esto para el vendedor. Y para el comprador, comercio internacional significa acceso a productos que vienen de todo el mundo, que es lo que he explicado antes con el despertador de Taiwan, y después a unos precios que son, para nosotros asequibles, porque provienen de empresas competitivas. Por tanto, los libros de economía dicen:  Comercio  internacional es algo bueno, cuanto  más comercio haya, mejor para todos. Pero esto es la teoría, y la práctica no es exactamente así. Para que exista comercio debe haber un precio, y si no hay precio, no hay comercio. Si no hay un precio no se produce la transacción.

¿Y cómo se define el precio en una transacción? Los libros de economía lo explican a través de la oferta y  la demanda, y si ustedes quieren también lo podemos explicar con otra palabra: el regateo. Resulta que yo voy de vacaciones a Turquía y antes de regresar a mi casa quiero llevarme un recuerdo para mi familia;  me paseo por el Bazar de Estambul, veo una figurita que me gusta y le pregunto al vendedor: “¿Qué vale esta figurita?” Y el vendedor me dice dos millones de liras, porque en Turquía las liras valen muy poco y los precios suben enseguida muchísimo. Yo sé que estoy en el Bazar de Estambul y que lo que hay que hacer es regatear;  por tanto, le digo al vendedor de la figurita que yo no le daré dos millones de liras, sólo le quiero dar un millón de liras. El vendedor pone cara de escandalizado y dice: “No, de ninguna manera no le aceptaré un millón de liras, porque  yo conozco mi oficio y le puedo vender esta figurita por un millón ochocientas, en lugar de dos millones. Le hago una pequeña rebaja.” Yo entonces me animaré y le diré al vendedor:   “Pues mire, si usted hace una mejor oferta, yo también se la haré y en lugar de ofrecerle un millón, le ofreceré un millón doscientas mil liras”. A lo cual el vendedor dirá “Pues mire, si usted está bien predispuesto yo haré un segundo esfuerzo y en lugar de un millón ochocientas, se lo dejo por un millón seiscientas”. A lo cual yo diré: “Pues mire, yo también y en lugar de un millón doscientas le ofrezco un millón cuatrocientas”. Y al final el vendedor me dirá: “¿Por qué no lo dejamos en un millón y medio y todos quedamos satisfechos?”. Aquí habrá habido oferta y demanda y un punto de acuerdo.

Si esto  sucediera siempre, el comercio sería muy positivo, pero no sucede siempre, así es la excepción, no es la norma. Lo normal es que yo vaya aquí cerca a poner gasolina para mi coche, y la verdad, no me veo con fuerzas para decirle al de la gasolinera: “¿A cuánto dejamos el litro hoy? ¿A cien o a ochenta? ¿Qué le parece a usted a noventa?” El de la gasolinera, probablemente, me sacaría de la tienda. ¿Por qué? Porque en el Bazar de Estambul el que ofrece y el que demanda estamos en igualdad de condiciones y en la gasolinera no, porque aquel señor se llama Repsol o se llama Elf y yo no me llamo ni Repsol ni Elf, y no tengo ninguna fuerza para negociar con él. Y, por desgracia, en el comercio internacional se dan más casos gasolinera que no casos Bazar de Estambul; es decir, en los casos gasolinera hay uno que impone su precio y otro que le obedece. Y aquí quién acaba pagando los platos rotos es el Tercer Mundo.
El Tercer Mundo nunca puede imponer sus precios. El Tercer Mundo, por ejemplo, vende café, pero el precio no lo fija el Tercer Mundo. El precio del café se fija en un Mercado Internacional de Materias Primas que actúa en Chicago y actúa en Londres, que no son países del Tercer Mundo. Como que Chicago son compradores y no vendedores, el precio del café se fija según los intereses de los compradores. Pero al revés, cuando el Tercer Mundo, en lugar de vender café ha de comprar una fotocopiadora, el precio tampoco lo fija el Tercer Mundo, lo fija la Rank Cherox o lo fija la Canon. Con lo cual resulta que el Tercer Mundo no fija ni el precio del café que vende ni el precio de la fotocopiadora que compra, lo cual acaba resultando un enorme problema, que estadísticamente  demuestra que el Tercer Mundo cada año vende sus productos más baratos y compra sus productos más caros. Y es evidente una cosa: si un comerciante se dedica a vender cada vez más barato y a comprar cada vez más caro, se arruinará; en consecuencia, el Tercer Mundo,  debido al comercio internacional injusto, se está arruinando.

De manera que la globalización implica que cada vez hay más comercio, pero cada vez sea más injusto. Por tanto, este comercio enriquece a unos y empobrece a otros. Y no sólo por esta cuestión de precios sino que hay otra cuestión un poco más escondida. Antes les he dicho que las aduanas han bajado de un 40 a un 3,9  pero cuando nosotros, los países del Norte, pensamos que los productos del Sur más baratos pueden entrar porque no hay aduanas, entonces cambiamos y ponemos una especie de aduanas escondidas para que no lleguen los productos. Por ejemplo, los textiles de Filipinas son más baratos que nuestros textiles. Como no hay aduanas, deberían entrar todos, pero entonces hemos inventado un subterfugio que dice que  los textiles de Filipinas, pueden entrar sin pagar aduanas, pero que no entrarán más de tantas camisas por año, con lo cual, evidentemente, estamos haciendo una protección disimulada a las aduanas. Por tanto, esto lo hacemos con las camisas que vienen de Filipinas,  Estados Unidos lo hace con el acero que viene de Brasil: le pone trabas,  aunque oficialmente no haya aduana. Oficialmente, los países ricos tenemos un discurso de libertad de comercio, pero en la práctica, de escondidas desde debajo de la mesa, nos inventamos obstáculos a esta libertad que perjudican enormemente las exportaciones de los productos del Tercer Mundo.

En esta primera parte he hablado de una primera causa,  el comercio internacional, como elemento destacado de la globalización, y hemos hecho un pequeño balance, en mi opinión, negativo, de este comercio internacional.